miércoles, 18 de agosto de 2010

mi tributo

Lloras sobre una tumba, amigo.

El dolor te quiebra y no quieres dejarlo ir. Pero ya todos se han ido. Y ése a quien le lloras, fue el primero en partir. Pero “no llores porque ya se terminó... sonríe, porque sucedió”, como escribió el Gabo.

Terminó como no debió, dijeron los que hasta hace poco se despidieron. De sorpresa, sin aviso, en el peor de los días –porque para eso no hay algunos días mejores a otros-. Y, si quieres que te sea franco, debo confesar que tuvo que terminar para entender que nunca lo conocí. Soy culpable: eso de las vidas modernas, la prisa, me impidió buscarlo para pedirle me terminara de contar las muchas historias que comenzó cuando trabajé con él. Mi trazo quedó en el aire y no podré cerrar los círculos que comenzaron con las charlas sobre música, libros, la vida.

Lloras la muerte queriendo dar vida con la profundidad de tu mirada. Imaginando lo que queda bajo el cemento que comienza a secar. Lloras porque te dejó y no porque se fue. Egoísta.

Las descripciones de su persona se repitieron tanto que parecían ensayadas. ¿Un caballero? Claro. ¿Formal, erudito, conocedor? Sin duda. ¿Un conciliador, un romántico, un amigo? Por supuesto.

Hay, sin embargo, una descripción que arriesgué a decirle un día sentados en su oficina de la Universidad –las fotos de escritores, premios Nobel y músicos de testigo- que no escuché entre la concurrencia. Ni tendría por qué haberlo hecho: era una descripción sólo nuestra, que no trascendió esas puertas. Jefe, le dije, usted es un hippie con traje de diseñador.

Me escuchó decirlo y mi corazón se detuvo. El silencio. Las palabras se me habían escapado por descuido, por la confianza de la charla amena. Serio, como siempre, cruzó su brazo izquierdo a la altura del abdomen para que le sirviera de soporte del codo derecho; apoyó su cara sobre las yemas de su mano derecha y me miró a través de los cristales rectangulares de sus gafas. Silencio. Se le asomó una sonrisa blanca en su cara morena y las palpitaciones me regresaron. Le expliqué las razones de mi descripción y platicamos sobre las imprecisiones de mi dicho… pero, debo decirlo, no en todo me equivoqué.

Y no viene al caso reproducir aquí eso que sigue siendo una plática de dos. Me lo guardo. Y si te lo digo, amigo, es para que veas que yo también conservo una anécdota con él. Más de una, a decir verdad. Muchas. Y seguramente alguna de ellas resulta más interesante de la que puedas tu contarme. Pero mira, no lo lloro.

Mis ojos están secos. Es verdad: sigo aquí, contigo, cuando todos se han ido. Trato, como tú, de buscar en la profundidad del abismo; imaginar en luz aquello donde todo es obscuridad. Pero no me parte el dolor.

¿Sabes? Quise quedarme hasta el final para buscar un tiempo a solas y en silencio. Un tiempo para agradecerle sus consejos y ejemplos. Agradecerle haya sido mi jefe y tenderme la mano como a un amigo. Las pláticas de un día cualquiera pues hacían, de ese día, una jornada particular y memorable. No exagero. Pregúntale a Norma, a las dos Betys, a Jorge. Pregúntale a Karla, a Dorita, a Cecilia. A mi buen amigo Alejandro. Saben que lo que digo es cierto. Años después de mi salida de la Universidad lo saludaba y seguía diciéndole Jefe. Era mi tributo: decirme siempre a sus órdenes que, por el trato amable, en realidad eran indicaciones, sugerencias.

Te cuento otra anécdota.

Me caso, Jefe, aquí está la invitación –le informé una mañana de julio. Eso del matrimonio, me dijo, es un error que debe cometerse aunque sea una vez y, ¿sabes?, no importa cuánto te esfuerces, te arrepentirás. Y dicho eso, sonrió y me felicitó en verdad.

Otra: Una mañana de diciembre, le dije que me iba de la oficina pues tenía un trabajo donde la paga era mejor. La paga, seguramente… pero ¿y el trabajo?, preguntó, ¿ése también es mejor? Cosas de la juventud, no entendí en ese momento. Le agradecí la oportunidad y me retiré diciéndole que ya había tomado la decisión. Y vino una reflexión suya antes de que cruzara la puerta: la vida no es más que decisiones, mi joven amigo. Semanas después padeció de la garganta, algo que seguramente no decidió. Y, sin sospecharlo, me enseñó que la vida son decisiones y circunstancias.

Tendrás tus anécdotas propias. Pero ninguna como estas que te platico. Porque así eran sus consejos: profundas reflexiones que debían adivinarse en el dicho irónico y donde cada uno, y al paso del tiempo, debía desentrañar lo verdadero de los meros trucos del discurso. Y si cada quien tomaba lo que quería de su ejemplo, sin duda todos nos quedamos con mucho.

Por cierto, ¿te has fijado cuánto arreglo floral ha llegado? La gente lo quiso. La gente lo quiere. Sólo hizo el bien a cuenta persona se le cruzaba enfrente, oí decir a otro grupo. Y tienen razón.

Ahora que lo pienso, como te digo, no lo conocí. Trato de ordenar en mi mente su vida, hacer con las piezas que conozco un panorama general del hombre detrás del Jefe. No puedo. Hasta ahora entiendo que no es la persona sino su legado lo que importa: la esencia. Conservar en mi mente la imagen del Jefe, conservar la inspiración. Conservar el recuerdo que nada es, pero lo significa todo.

¿Sigues llorando sobre la tumba, amigo? Déjate ya de eso. Debes estar alegre por el tiempo que compartieron.

Mira mis ojos: están algo húmedos, pero no hay lágrimas. No me quiebra el dolor.

Nunca entendí por qué le gustaba tanto el Gabo. Por su dicho y el de otros amigos suyos sé que conservó primeras ediciones de prácticamente todas las novelas del colombiano. Algunas, incluso, autografiadas. Un verdadero tesoro para el ojo conocedor. Lo de hoy, le dije cuanta vez pude, es Arturo Pérez-Reverte: eso de un coronel a quien nadie escribe, de una barca que nunca llega al puerto fingiendo el cólera de dos enamorados, aburre Jefe. Me dijo que alguna vez leería la Reyna del Sur. No creo que lo haya hecho. Y ni falta que le hizo.

Pero, qué te importa lo que yo opine de sus lecturas. Ahora que lo pienso, qué te importan mis anécdotas y los consejos que a mí me dio. Y, ahora que lo pienso, no quiero siquiera compartirlo.

¿Sabes qué es lo que más me duele? Que nunca pude decirle gracias. O, mejor dicho, me duele saber que las veces que le agradecí no fueron suficientes. Y que nunca me di el tiempo de darme una vuelta en sus nuevas oficinas para estrecharle las manos y pedirle que me platicara de algo, de lo que fuera. Lo conocí saliendo de licenciatura y en sus palabras encontré aliento, inspiración, motivación. Y eso nunca se lo dije. Y cuando lo llegué a saludar en eventos en los que coincidíamos jamás pudimos intercambiar más que el saludo. Y era él una de esas personas que me hubiera gustado ver envejecer. Y conocerlo más sabio. Saberlo entre nosotros por más tiempo. Platicar por nada, platicar porque sí.

Sí. Se me quiebra la voz. Ya solté algunas lágrimas.

Vendrán días difíciles. En silencio, en completos extraños que me lo recuerden me encontraré al Jefe por las calles. Será un perenne recordatorio de que ya se fue. Y sin razón alguna pasaré por la biblioteca para ver el moño negro. Darme el tiempo para recordar que no me di el tiempo para agradecerle.

Ahora soy yo quien llora sobre la tumba, amigo. Queriendo extender el adiós, aferrándome a lo que hay en la vida y recordando lo que nos espera en la muerte.

Dejemos descansar al hombre, amigo. Y que sea su espíritu quien siempre nos acompañe.

sábado, 14 de agosto de 2010

Más del 23

tomo el texto íntegro de página de internet… no es investigación mía… no hay lucro en publicarlo, tonces, no molesten que si los derechos de autor y esas cosas… va?

 

23.5 grados es la inclinación del eje terrestre.( 23 explicito y 5 es 2+3 )

La sangre tarda 23 segundos en circular el cuerpo humano

El cuerpo humano tiene 46 cromosomas, de los cuales 23 corresponden a la madre y 23 corresponden al padre.

El Apocalipsis consta de 22 capitulos (y todos sabemos como acaba)

La letra W es la letra número 23 del alfabeto.. mientras que tiene 2 puntas hacia abajo y 3 puntas hacia arriba(ya vieron ?)

2 dividido entre 3 es 0.666 (El numero de la bestia)

Analizemos el atentado del 11/09/2001 en el World Trade Center

World W=23 y la fecha
Trade T=20 11+9+2+1=23
Center C=3

La bomba Atomica cayo en hiroshima a las 8:15
8+15=23

El “Bombazo de Oklahoma fue el 19/04
19+4=23

Shakespeare nació el 23 de abril de 1564 y murió el 23 de abril de 1616.. a la edad de 46 años (46/2 = 23)

Kurt Cobaine nació en 1967 y murió en 1994…sumen los digitos de cada año individualmente…

Los aterrizajes del Apolo en la luna fueron dos, el apolo 11 y el apolo 12 (11+12=23) el primero fue en el “mar de la tranquilidad”, que está a 23.63 grados este y el segundo en el “océano de las tormentas” a 23.42 grados oeste.

Unos artistas que se llamaron “the beatles”.. la primera canción en el lado A de su album tomó 23 grabaciones para completarse

La distancia del centro de marte a la distancia del centro de su luna más próxima es de 23.5 miles de kilómetros.

César fue apuñalado 23 veces en su asesinato

Diciembre 23 del 2012… el día en que los mayas creían que el mundo iba a terminar (también 20 + 1 + 2 =23)

2/3 de los ángeles decidieron quedarse en el cielo después de que Lucifer lo abandonó

2 y 3 son los primeros números primos del sistema matemático (el 1 es una identidad)

El nombre del isótopo de uranio utilizado en bombas atómicas es U23-5 (2+3=5)

El 23 de septiembre es el equinoxio de otoño.

Los templarios tuvieron 23 “Grandes Maestros”

El Titanic se hundió el 15 de abril de 1912 (1+5+4+1+9+1+2=23)

lunes, 9 de agosto de 2010

La vida es rara

Me dice “Y a mi qué, si los Saraperos ganaron”. Yo le respondí “A mi qué, lo que tu opines. Ganamos”.

La vida, en ocasiones, es rara.

Desde hace días vengo arrastrando una pregunta, de esas que en nada cambiará el mundo, de esas a las que a nadie hará feliz. Salvo al de la pregunta, me supongo. La lanzo al ciberespacio: ¿por qué la insistencia de cambiar el nombre al tamaño de los vasos?

El tamaño es relativo. Depende contra qué lo compares, un vaso es el  chico, es el mediano, es el grande. O, depende de cuántos tamaños tengas ya te las resolverás para nombrarlos.

Pero la cosa es que en muchos lugares hay sólo tres tamaños. Me viene a la mente el Starbucks y Cinemex. En ninguno de esos lugares, y otros que se me escapen de la lista, hay tamaño chico, mediano y grande. El chico es el grande; el mediano es el super-grande, venti o como quiera que le pongas; el grande es el jumbo, el maxi, el nomamesquégrande.

Y siempre que vas a pedir algo, dices “el mediano”. Y hay que pasar por la explicación de “aquí se llama tal o cual cosa”.  En el caso del café, tardas más tiempo en definirlo por nombre que en tomártelo, que te lo sirvan: me das un triple-venti-deslactosado-tresleches-envasomedianoque sellamaventi-consustitutodecrema- azucarfalsa-cremabatida-y-tresshots deesoquenosequées, por favor.

Otras preguntas tengo pero la humanidad no está preparada. Por ejemplo: ¿por qué en los SevenEleven tienen dos computadoras prendidas a manera de cajas registradoras, pero sólo una es la que tienen funcionando? Y se espera el cajero a que te pares en una de ellas para decirte “por acá por favor” y atenderte en la otra.

No soy un tipo que guste del deporte y bien pude haberle contestado al we que me dijo que a él lo mismo le daba lo de los Saraperos que a mi tampoco me hacía más o menos lo que fuera. La vida, como digo, a veces es rara. Por eso, sin alguna otra razón, le contesté como debía hacerlo un saltillense de sepa beisbolista.

sábado, 31 de julio de 2010

Mi Villano Favorito

Verla es responder a la publicidad que a lo largo de un mes ha bombardeado los canales para niños. Puede que tu pequeño acompañante no se duerma, pero tu preferirás seguir comiendo palomitas.  ¿Le sigo?

Soy un fan de las películas animadas por computadora. Imagino que para mí significan lo mismo que aquellos primeros programas en televisión a color en la generación de nuestros padres. Teniendo una niña de 4 (mejor dicho, siendo propiedad de una niña de 4), tengo el pretexto ideal para ir al cine.

Me sumo a esas reflexiones que las películas para niños son, cada vez, menos para niños: las tramas abandonan su simplicidad, los personajes se llenan de vida. Muy lejos está el ratón que entona una canción mientras conduce un barco de vapor.

Y no solo las historias. Poder ver cómo un ordenador se acerca cada vez más a la reproducción fiel de la realidad. Y cómo los personajes pueden expresarse. Uff. Me encanta ese tipo de animación.

Por eso películas como Mi Villano Favorito me decepcionan. Te pasas hora y media, hay buena compañía, y ya. No te sorprendes como con Toy Story 3, por ejemplo. Incluso Shrek For Ever After –y mira que no es la mejor- está mucho mejor.

Grú –el villano favorito- en español tiene la voz de Andrés Bustamante (en inglés de Steve Carell, el virgen a los 40). Pues bien, a los 15 minutos tu cabeza estará saturada del tono confuso, muy poco preciso de un acento extranjero que no se justifica por ninguna parte en el guión. Una mala combinación del Doctor Chunga y Ponchito. Hay tres niñas, Margo, Edith, Agnes… su papel es lo mejorcito que hay. Hay una especia de cacahuates fosforecentes con lentes –ayudantes de Grú, quienes a fuerza tratan de motivar risas.

Si puedes, repite Toy Story 3. Esa es la recomendación.

martes, 27 de julio de 2010

Eso de ser gay

De bigote espeso y negro como la noche, manos toscas y pesadas, mentón cuadrado, cuello ancho y fuerte, voz profunda como de dos mil tequilas: así es mi compadre Chano.

Más que formado, forjado en el campo. De esos muchos que tienen en su historia personal el haber tenido que caminar varios kilómetros para poder ir a la primaria más cercana antes que su papá fuera jalado por un primo que vivía en Saltillo. Un cabrón muy cabrón, para decirlo rápido.

Por eso me sorprendió cuando el Chano me dijo, hace un par de días, que quería volverse gay. Y cómo chingados compadre, le pregunté. Mira que no soy experto, pero creo que uno nace así, no se hace. Rápido, pero sin prisas, me dijo que eso era una decisión: ahí estaba el Ricky Marti y su chiqui-bom-bom que ya bastante entradito en años –y después de repasarse a Rebeca de Alba, entre otras- le dio por vivir la vida loca.    

Mi compadre estaba blofeando. O al menos eso aclaró después y yo le creo. Traía la novedad de la nueva oficina abierta en el DF, para promocionar el turismo lésbico-gay en las tierras aztecas, y no sabía como empezar la plática.

Y cómo no quisiera ser gay –dijo mi compadre-, si las cifras dice que viajan hasta tres veces al año fuera del país donde viven; yo  apenas y viajo una vez con mi familia, y a Laredo a comprar chivas. Así sí conviene, dijo para cerrar su comentario. 

Prejuicios a un lado, filias y fobias pasadas por alto, vale la pena el esfuerzo en el DF. Es interesante por muchas razones. Primero, comenzar una oficina que en el nombre lleve la penitencia no es cosa fácil. Pero no queda ahí. Aventarse el chiste poco después de que se nombrara al DF como destino gay-friendly, teniendo la opción del matrimonio tornillo-tornillo o tuerca-tuerca, capacitando a los prestadores de servicios para que no la rieguen habla de toda una política pública que se gesta en el estómago mismo de una política abierta, respetuosa de los derechos: de izquierda, si se quiere, pero cuya finalidad ya la quisieran aprovechar los de la derecha, las divisas.

Algunos ya aplauden el arcoíris que brilla sobre el Ángel de la Independencia; otros dicen que aquello se llenará de degenerados (y mira, que ya hay muchos). Que nadie se me ofenda: no me considero pro-gay no anti-gay. Para mi son personas y no me importa de qué lado de la cama quieran amanecer. Tampoco siento interés alguno por los colores partidistas de la administración capitalina, pero hay que reconocerle –me parece- la apertura de esta oficina que viene a cerrar con broche de oro lo que parece ser una implantación exitosa de una todavía más exitosa política pública.

lunes, 26 de julio de 2010

Reo de día, sicario de noche

Hay que comentarlo. Es la hardnews de la semana.

Ayer domingo hubo una rueda de prensa en la que participaron el Secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, y de los voceros de la Procuraduría General de la República, Ricardo Nájera, y de la Segob, Luis Estrada. El tema centra fue el doble rol de los presos del penal de Gómez Palacio, en Durango: reos de día, sicarios de noche. Con permisos de la más alta autoridad del penal, hay que decirlo; con todas las de la ley, por ponerlo de alguna manera.

¿Te acuerdas de la carnicería en Torreón, la semana pasada? Esa que fue después de una carne azada convocada por un grupo de jóvenes deportistas. (blancas palomas? no se; pero nadie merece morir apañado en una lluvia de plomo sin medios para defenderse como mejor pueda y con todo lo que le alcance, en circunstancias menos desventajosas).

La transcripción de la rueda de prensa  ( http://www.segob.gob.mx/Portal/PtMain.php?pagina=salaprensa&articulo=2214 ) es de colección, me parece. Aquí algunas perlas:

El vocero de la PGR dijo: “De acuerdo con las indagatorias preliminares que actualmente realiza la Procuraduría General de la República, los autores de los hechos son presuntamente un grupo de internos recluidos en el Centro de Readaptación Social (CERESO) número 2 de Gómez Palacio, Durango, a quienes se les permitía salir de prisión y utilizar armas de los custodios para realizar las ejecuciones.

“De acuerdo con la información que se tiene hasta el momento, obtenida por denuncias y testimonios, los reclusos con la autorización de la directora de dicho centro, se les permitía la salida del CERESO número 2 por las noches para cumplir venganzas por encargo, utilizando vehículos oficiales para su traslado y ocupando las armas de los custodios para las ejecuciones.

“Los delincuentes cumplían sus ejecuciones como parte de ajustes de cuentas contra integrantes de miembros de bandas rivales vinculadas con la delincuencia organizada. Por desgracia, en dichas ejecuciones, los delincuentes también asesinaron cobardemente a civiles inocentes, para luego regresar a sus celdas”.

Y lo dicho sigue. La realidad superó la ficción.

sábado, 24 de julio de 2010

Mi primera vez

Imagino que así debía ser: una tarde soleada de julio, cuando los nubarrones se habían alejado. Ja.

Que suena el teléfono. El identificador de llamadas me gritaba una lada desconocida (ahora se, es de Tampico). Contesto y una voz de hombre pregunta por mi, cerciora tener bien mi dirección. Se identifica como comandante de alguna agrupación policiaca y dice investigar una llamada anónima de mi teléfono que supuestamente se había hecho a las 10:40 de la noche anterior avisando de dos camionetas con tipos fuertemente armados.

Conteste que no sabía de que se trataba. Que nadie había hecho ninguna llamada. El discurso cambió: ya lo sé, me dijo el del otro lado del teléfono (viviendo, imagino, una hermosa tarde en Tampico). Ahora se identificaba como miembro de un cártel, me dijo sabía todo de mí (ja, ni el psicólogo), que alguien me había tendido una trampa, me había “puesto el dedo” al dar mi teléfono como referencia y que ellos me podían proteger. Y que si le colgaba, más me valía fuera a chingar a mi madre (textual) porque inmediatamente me iban a tumbar la puerta para levantarme. Que no me la iba a acabar.

Colgué. Mentiría si te digo que mantuve la calma. Fue mi primera vez. Confieso que me ganó el nervio y tuve que marcar esos números telefónicos de los amigos que uno nunca quiere molestar. Que no me apurara, dijeron. Que de esas llamadas hay muchas y que todas terminan siendo huecas amenazas. Me tomaron algunos datos y me dieron tranquilidad. Fueron segundos de intranquilidad.

Comenté a los que estaban en la casa (tarde de visita familiar). Resulta que todos tienen una historia como la mía. Algunos han recibido dos llamadas. Cuando lejos, su historia pertenece al primo de un amigo (el mismo que tiene hemorroides, imagino, pobre cabrón).

Eso de vivir intranquilo es de lo peor. Sea llamada falsa para ver qué te sacan, sea porque en esa ocasión va en serio. Tanta lluvia con plomo y granadas que no son frutas.

Mira que nos tocó vivir (y tomo la creatividad de Tarantino) tiempos violentos.

sábado, 29 de mayo de 2010

Salud, dijo el el Manco

Mi amigo el Manco siempre toma Joya de Manzana, por eso me sorprendí cuando lo vi saboreando largamente un pequeño sorbo de cerveza. Luego brindó apretándose la válvula de la tráquea, un poco como ladrando y un poco aspirando, con rasposa voz. Se ajustó la bolsa de la colostomía y vacio el tarro de cerveza en la bolsa de la alimentación y me dijo, rascándose la nariz con el muñón: Ah, que bien cae una cerveza bien fría con un poco de sal y limón.

viernes, 28 de mayo de 2010

Sapos

Salían desde el interior de la sabana, viscosos y ásperos, como transmutaciones del viejo colchón. A uno le cortó la cabeza de un machetazo, dos más quedaron ensartados por la panza en certero estoque, otro se puso a salvo por el simple expediente de saltar fuera de la cama. Otros completaban, con sus propios orines, el moco sanguinolento que escurría por las piernas del chiquillo mientras este, enloquecido, saltaba, reía y lloraba al mismo tiempo. Manantial de sapos inagotable.