Estoy por abordar en Mty.
Benditos “puentes”, el aeropuerto parece una romería. Una mujer de grandes ojos que simulan atención permanente ha tomado el micrófono para decirnos que por tráfico en la ciudad de México, aquí saldremos media hora después.
Algunos han saltado de sus sillas y, apresurados, se han acercado al mostrador para preguntarle qué pasará con los trasbordos que deben hacer. La de los ojos grandes, para cada caso ha dado la misma respuesta: hay tiempo suficiente.
Yo sospecho que, aún cuando eso no fuera cierto, lo mismo da. O cómo le hacemos. No podemos caminar al siguiente pasillo para preguntar si ese avión va para donde mismo y sin media hora de retraso.
No salté del asiento. Si lo que dice la de los grandes ojos es verdad, aún tengo margen. Y si no es cierto… mmm, bueno, ya veré.
Facundo, creo que es cómico, ha llegado a la sala. Tomará el mismo avión. Reconozco que no soy ni fan ni conocedor y puede que ese pelirrojito que veo con piocha se llame Manuel o Jesús o Carlos y no se apellide Facundo, ni tenga algo que ver. Pero estoy casi casi seguro.
El lunes, Daniela cumple cuatro años. No estaré ahí con ella y ya lo platicamos. No fue una larga plática pues a ella la noticia no pareció tomarla muy en contra. Me ha pedido que, de donde ande, le encuentre unas calcomanías de mariposas. Y si me pierdo el pastel del lunes, es más mi problema que el suyo según me dijo.
Por eso no hice drama al dejarla y despedirme. Ya le celebraré en su fiesta que agendamos para el regreso.