Hombre-de-respeto de atendió. Sabía lo que significaba: un mero trámite se convertiría en toda una lección.
Hombre-de-respeto siempre compartía sus reflexiones, imponía su opinión sobre la vida; pontificaba y evangelizaba al mismo tiempo. Creo que todo esto se debía a su infancia-juventud. Por eso era hombre-de-respeto.
Aquella ocasión, en tono grave como siempre, me dijo: en la vida todo se reduce a decisiones; tu vida es un cúmulo de decisiones y nada más.
A la semana le encontraron un tumor en la garganta. Intentó lucha contra él, trató de que un hombre-de-respeto-vestido-de-blanco se lo quitara haciendo uso de lo último en tecnología... pero tanto fue el cariño que sus venas y tráquea sintieron por el tumor, que lo abrazaron para no dejarlo ir. Nunca más habló.
Imagino que en sus últimos meses de vida aquello de las decisiones se fueron al cuerno. En sus ultimos meses de vida, imagino, jamás decidió tener una doble manzana de Adán o esos dolores o esa muerte.
Imagino que, de poder hablar -y con tal de parece congruente- hubiese dicho: "en la vida, todo se reduce a decisiones; ya para la muerte, es lo que Dios diga".