miércoles, 25 de febrero de 2009

El problema amarillo (primera parte)

De esas ocasiones en las que lo políticamente correcto, dejó de serlo.

En el calendario se estrenaba el año de 1920, cuando la circular número 33 del Congreso de Sinaloa llegó a Saltillo, a los escritorios de la XXIV Legislatura: contiene un proyecto de reforma con incidencia en la Ley de Inmigración y el Código Sanitario de la República. Es, en otras palabras, el esfuerzo de una legislatura local de ser escuchada en la Capital. ¿El motivo? Los chinos, considerado plaga nacional, una raza –como se verá más delante “grotesca, miserable, avara, sucia y antihigiénica”.

Algo para el contexto: un año antes, Andrés Magallón –diputado él por el estado de Sinaloa-, había explotado con éxito la veta legislativa que encontró en el tema de migrantes; ahora, aprovechando el impulso de un buen año y arropado por la soberana asamblea de su entidad, extendía atenta invitación a todos los Congresos Locales pidiendo se sumaran a una inquietud que, siguiendo la misma línea ya calada, recorrería campos diferentes, los del Congreso Nacional.

También para el contexto: La iniciativa contenida en la circular 33 no fue la única en su tipo. Este mismo documento refiere una similar impulsada por “Juan Espinosa Bavara, diputado por Nayarit… en compañía de los demás diputados de dicha entidad y de las diputaciones de Sonora y Sinaloa”.

El ojo curioso de principios de este siglo encontrará, en la exposición de motivos, algunas de las preocupaciones de aquella sociedad que quedaron suspendidas en el tiempo y listas para ser examinadas.

Puede leerse, por ejemplo, la trascripción de la editorial “El Peligro Amarillo” del diario metropolitano “El Heraldo de México” del 23 de mayo de 1919. Aquí unos párrafos:

“El chino es un tipo étnico, extraño y complicado. No deja nada al país; por el contrario: absorvente (sic) se lleva todo lo que puede, estancando las corrientes del capital. Para ellos no existe mas que la china; hasta el arroz que se comen, su alimento predilecto y único, les viene de Pekín.
“Los monopolios deben, a no dudarlo, constituir una de las tablas divinas de Confucio: tal la causa, por qué lo chinos se han apoderado de todas las lavanderías, zapaterías, tenerías pequeñas y grandes comercios y restaurantes, por regla general, de segundo orden.
“Nuestro pueblo, sin fábricas suficientes para la vida cómoda, se dedica a las industrias y oficios de menor monto, como las lavanderías, zapaterías, etc. Resumen: los desamparados de la fortuna, hombres y mujeres, tienen que ir a servir de esclavos a una raza grotesca, miserable, avara, sucia y antihigiénica”.


..... continuará