sábado, 28 de noviembre de 2009

Dixie

Más allá de Saltillo y su zona metropolitana –allá en Monterrey o Torreón, por ejemplo- puede que el nombre de Dixie no diga mucho. Para quienes vivimos en esta mancha urbana resulta todo un caso que, otra vez, nos recuerda que somos una ciudad que se piensa chica con problemas de ciudad grande.

Y es que, para aquellos quienes no viven aquí, deberán saber que persiste entre los saltillenses un sentimiento de que somos una ciudad chica y cómoda para vivir. No tengo a la mano una consulta Mitofsky  –o como carajos se escriba-, pero en verdad creo existe ese sentimiento: por eso nos admiramos de los grandes centros comerciales y los abarrotamos las primeras semanas; por eso, también, nos parece normal que los artistas que se presentan en conciertos sean aquellos cuyos buenos días pasaron hace bastantes años.

Total que, como decía, el caso de Dixie nos viene a recordar que la edad de la inocencia saltillense ya pasó.

Marco de referencia: Hace cosa de un mes, comenzó un movimiento ciudadano y comunitario con mantas, marchas y correos electrónicos anunciando la desaparición de una jovencita –17 años- estudiante de medicina de la UVM. Fue elemento cohesionador de la sociedad: tanto en periódicos como en radio y televisión, en los cafés y en las cenas familiares, se preguntaban las últimas novedades, se especulaba sobre el motivo de su desaparición.

El mismo día en que se celebró el día internacional en contra de la violencia sobre la mujer, el 25 pasado, ¡zaz!: al padrastro le arrancan la confesión. La maté, dijo, en un arranque de ira. Problemas familiares, pues.

No hubo, como se especulaba, bandas de secuestradores, redes de prostitución, venta de órganos. Al final –y hasta aquí van las investigaciones-,  hubo sólo un cabrón con mala fortuna y peor temperamento que intentó resolver su coraje en tres actos: fracturándole la mandíbula de un derechazo, apretándole el cuello con un cinturón, semienterrándola antes del kilómetro 30 de la carretera a Torreón.

Lo sorprendente, lo enfermizo, está en que en todo este mes el asesino fue tan sangre fría –o tan hijodeputa, dirán algunos- que se unió a las  marchas pidiendo se esclareciera el paradero de su víctima, seguía haciendo vida con la madre de su muertita, daba palabras de esperanza sabiendo que no había alguna. Como en películas de Hollywood: el asesino estuvo, todo el tiempo, a la vista.

El tema parece enfriarse en los medios. A todos nos queda la cicatriz. A todos, menos a la familia a quien seguramente no le cerrará la herida por mucho tiempo. La vida sigue para los mirones; para los protagonistas, ahí terminó. Ojalá puedan, poco a poco, ir levantando vuelo.

Descanse en paz; hágase justicia.

 

---en twitter: victorspena