Trapeaba los pisos en las oficinas de gobierno, quitaba el polvo de los muebles. Hasta que se pensionó.
Vive ahora con el cheque de 800 al mes. Vive, esperando morir y ser comida por el cáncer que le detectaron hace dieciséis meses. Vive viendo cómo no le alcanza para nada, no le alcanza para vivir ni morir.
El tiempo pasa rápido. En ella, quizá para su fortuna, mas.
La penúltima vez que la saludé fue hace cosa de dos años. Comentamos sobre su jubilación ya próxima: por fin podría estar más tiempo con sus nietos, dijo emocionada. Y es que la MaryChuy, -su hija, “la muy perdida la pobre”- se había encargado de llenarla de nietos, cada uno con ojos de diferente color. Su preocupación de los últimos cuatro años era seguir cumpliendo con la chamba, repartiéndose el tiempo con las labores de segunda madre: el instinto no le envejeció, y a su hija –la MaryChuy, “la muy perdida la pobre”- nunca le nació. Así la vida.
Así, también, la muerte.
La última vez que la saludé: ayer. No la reconocí y estuve a punto de decirle que no le compraría los cerillos que me vendía. Pero me llamó por mi nombre y tuve que hacer una pausa; me llamo por mi nombre y tuve que esforzarme para acomodarle el nombre a esa señora calva, amarillenta sin dientes y manos manchadas.
Dos años –y varias radiaciones y noches sin dormir por el dolor, según me enteré- se llevaron a la Doña Mary que conocí. Ahora su preocupación es repartirse entre sus nietos –la MaryChuy le ha llevado el cuarto- y el morir. Y entre sus dos obligaciones, vende cerillos para agregarle unos pesos a la pensión de 800.
Le pagué los cerillos, pero los dejé en su canasta. Traía algunos pesos más que le dejé en la mano. Platicamos como cuando ambos teníamos más cabello y nos conocimos en el Instituto de la Juventud. Hasta nos reímos un poco. Nos despedimos. Creo que nuca había dicho un adiós tan final, tan cierto.
Así la vida. No sé si habrá un próximo saludo, la compra de cerillos que nunca usaré. Así la vida. Lo único cierto es que la MaryChuy “la muy perdida a pobre” anda buscando el quinto. Cómo culparla: dicen que no hay quinto malo.
--- en twitter: victorspena