Aquél hombre terco subió a la azotea y, por error, tocó los tendidos de electricidad. Brazos y piernas le volaron por los aires.
Siempre positivo, se mofaba de su situación: “soy el único que cabe, a cuerpo completo, en una fotografía tamaño infantil”.
Comenzó a tener problemas: jamás volvió a decir “presente” durante el pase de lista y lo corrieron del trabajo por demasiadas faltas. Su esposa lo dejó alegando que ya no la abrazaba como antes. Vida injusta: no se sabe si en el camión le cobraban medio precio, es decir, el equivalente al espacio que ocupaba.
Deprimido quiso colgarse, pero no podía hacer el nudo a la cuerda. Clavarse un cuchillo o pegarse un tiro, fueron opciones también desechadas.
Se echó para adelante, se fue de narices. Tragó tierra y dos bocanadas de aires.
Cada vez que como nuggets de pollo en el McDonald`s, lo recuerdo.