sábado, 20 de febrero de 2010

Cuento corto (la vereda)

Quince años después, en una reunión de la generación universitaria, se reencontraron.

Cuando jóvenes, compartieron más intimidad que amistad. Todo comenzó como terminó: repentinamente y sin explicaciones.

Aquello duró poco, pero trascendió en sus vidas. Las largas jornadas de estudio que terminaban a la mañana siguiente eran sólo pretexto; los compañeros  que los acompañaban las tertulias, existieron sólo en los relatos a los papás quienes escuchaban mientras sentían orgullo al tener hijos tan comprometidos con el conocimiento y su carrera universitaria.

Duró poco pero los unió y, por esos meses al menos, no se guardaron secretos. Sé supieron, entonces, tal y como eran; se conocieron sus historias, sus miedos, sus intimidades. En fin, cosas de estudiantes.

Decía, pues, se reencontraron quince años después. Ambos con una vida de adulto en construcción. Intercambiaron tarjetas de presentación y formalidades, teléfonos y un breve curriculum vitae. Lo profesional se agotó o, mejor dicho, se eclipsó con lo personal.

- Estas cabrón –dijo ella-, sigues siendo el mismo coqueto de hace años.

-  No soy coqueto. Soy más facilón que coqueto.

Ella también, según dijo. Ya toda una profesionista y ama de casa con dos hijos, no se ha quitado la costumbre de amanecer en otros lados. Hace quince años se trataba de estudio, ahora siempre es el trabajo y viajes y reuniones con ejecutivos.

- Eres una cínica –le dijo él. Tenemos sin saber de nosotros como quince años y lo primero que sé de ti, después del teléfono de tu oficina, son tus costumbres bajo la sábana.

- Lo cínica no me vino en lo genes: lo aprendí en la calle y por cabrones como tú. 

- Pues seré cabrón, pero si me hablas bonito puedo ronronear como gato –la sonrisa de ambos brilló.

Ella hizo un recuento de los compromisos que tenía en el corazón: más de tres jugadores al bate. Le preguntó si eso de ser la cuarta opción no le importaba. 

- Me conoces, soy un optimista: tal vez todos esos compromisos puedan puedan hacer más interesantes nuestras relaciones.

Quedaron de tomarse un café la próxima semana para ultimar detalles: la vereda andada, llama siempre a recorrerse de nuevo.