Así como hay a quienes el Super Bowl les significa todo, la entrega de los premios Oscar me llenan.
Siempre estoy al pendiente de la lista de nominaciones y mentalmente paso lista de las películas que vi y están nominadas.
Nota al margen: por lo general, y no sé exactamente por qué, las mejores producciones llegan a las pantallas de mi ciudad varios meses después de que ya han sido premiadas. Ni hablar, en eso Saltillo también es “otra cosa”.
Total que este año la regla parece haberse roto: Avatar, la favorita –al menos eso se ve por todos lados- sí llegó a la pantalla y tuve oportunidad de reventarme unas tres horas para ver monos azules en tercera dimensión.
Si la mano invisible del capitalismo no falla, la mega producción de Avatar barrerá con todo. Y no es que lo necesite: ya ganó 100 veces lo que costó y fue el pretexto ideal para tener a Cameron hablando en Davos.
Hay, sin embargo, un tema que no ha escapado de la nota periodística y que retomo: Cameron estará compitiendo con su ex-esposa en siete categorías: Película, Dirección, Fotografía, Música Original, Edición, Edición de Sonido y Mezcla de Sonido.
La ex se llama Kathryn Bigelow y no debemos perderla de vista: en tiempos modernos es, apenas, la tercer mujer con una nominación como directora. Y ninguna la ha ganado.
¿Será que en la premiación del asexuado monito, los premios respetan género?