Todo el día encima, me subo a un avión rumbo a la capital. Y, aun lado mío, una gorda cursi. Ufff.
Pocas cosas pueden revolver más el estómago que una gorda cursi cuando ya estas cansado y no tienes ni ánimo de decidir si las papitas del Interjet las quieres naturales, adobadas o picantes. Che gorda, esperando hasta el último momento para apagar el celular y decirles a su "mostro" te amo, te amo, te amo... ahh, se me olvidaba "mostro": te amo.
Y un "no quiero llorar", y "muchas gracias, te amo, te amo, te amo". Y uñas pintadas con motivos florales (lo juro) y cuatro o cinco lonjas entre donde debiera estar la barbilla y comienza el prominente busto (ubre, pues).
Apenas aterrizamos y ya prendía su cel (¿no respeta eso de lo accidentes aéreos ni por el picadillo-mouriño?) Y un te amo, te amo te amo "mostro". Guácala. Quedó el ambiente oliendo a una combinación entre algodón de azucar y tocino.
Desde hoy, y para siempre, esta desconocida-gorda y cursi será bautizada como la jamona.