El manco, ése que presume sus guantes de box, me enseñaba sobre la vida:
- Mira, casi siempre lo que oyes es que éste o aquél tienen un plan de vida, de carrera, de negocios. Un plan tiene un inicio, un fin y, entre estos dos puntos, una serie de cosas que pasan. Pues bien, yo soy de los que no creen en los planes sean para la vida, la carrera o el negocio: en los planes, cuando algo que debió pasar no pasa, todo se va a la fregada. Yo, por el contrario, voy por la vida con una brújula, no un plan. Sé a dónde quiero llegar y voy abriendo opciones, no tengo una ruta preestablecida, pero sí un destino. En el trayecto cambiaré la ruta, pero al final llegaré a donde quiero llegar.
Tomó cerveza a través del popote; o lo acompañaba con mi Joya de Manzana.
El silencio duró mucho más que de costumbre.
-¿Sabes? -dijo. No me hagas caso. Si la vida fuera tan sencilla como para hacer un plan o seguir una ruta con brújula, yo no estaría aquí sin manos, doliéndome la pobreza y madreando a la mujer que amo. La verdad es que nunca hay plan, no hay rumbo, no hay meta.
Calló. Tomó cerveza por el popote y yo, Joya de Manzana.