Vaya año, desde lo más doméstico hasta lo más global la constante fue la incertidumbre, la zozobra y para algunos la desesperanza. La otra constante es la perversión del lenguaje, fenómeno relativamente nuevo – al menos nuevo con la agudeza con la que lo vivimos hoy – pero añejo en otras sociedades y/o naciones. Al respecto Mijail - personaje central de de Amos Oz – enoja, discute consigo mismo, con el locutor que lo dice e incluso con la sociedad, cuando escucha en la radio que “un proyectil de goma, alcanzo un joven palestino”……, o sea un soldado judío disparó y lo mató.
En nuestro medio algunos ejemplos de esto son: Consejos Ciudadanos, La Familia, Movimiento por la Esperanza, “el arco vial es urgente”, “Plan de Desarrollo Sustentable”, “Sistema Vial del Poniente”, “C5”, operativos de seguridad, consejo consultivo para alentar el usos de la ciclovía del río Santa Catarina, Presidencia Legitima, “no buscaré ningún puesto”, etc.,etc.,etc.
¿Cuál es el problema? Algunos dirán ninguno, otros más dirán que quienes hacen uso de esta perversión son brillantes e inteligentes, eficientes para sus medios, otros más – pocos – sentirán cierta inquietud y otros pocos – muy pocos – aversión y rechazo a este uso del lenguaje. Oz nos ofrece su visión y desde su perspectiva – la del Israel contemporáneo – identificando esta perversión con la falta de capacidad de los actores para resolver los problemas imperantes, generar sinergias y lograr consensos, también pone el acento en el extremo posible, si indeseable pero posible, en el que los papeles se invierten y el oprimido se convierte en opresor y el sobreviviente del genocidio se transmuta – verbalizando sus acciones en Light, en neutro e incluso en positivo – en genocida.
Claro nosotros estamos muy lejos de eso…… ¿O no?
Tétrico, negro e incierto.
¿Hay antídotos? Si, los pocos, los críticos, los que son capaces de mantenerse en el punto medio y vivir con esperanza. Oz mismo, implícita y suavemente nos ofrece una opción y nos dice que es posible cambiar y vivir con esperanza. Él mismo y otros como él – hijos de las guerras y los exterminios – hablando de paz y tolerancia.
Cierro recordando una anécdota que el rememora cuando alguien pregunta respecto a su postura frente a los árabes y narra la odisea infantil cuando después de perseguir a una casi epifanía – niña enana transmutada a sus ojos de niño en beldad- se pierde en un centro comercial y va a dar a una de esas cuevas oscuras y sucias que ningún cliente ve, en la que comprueba la relatividad del tiempo y conoce el principio de la eternidad, hasta que es rescatado por una piel morena y áspera, pero de la que recuerda la calidez y el aroma de alguna colonia perdida en el tiempo, con nacionalidad: árabe.