Tenía yo un jefe que siempre que le preguntaban ¿esta ocupado? contestaba: sí, pero no le hace.
Sabía yo, como me imagino muchos de quienes le preguntaban, que aquella frase no era del todo cierta. De cualquier manera, el interlocutor acostumbra apresurar la plática, apachurrar las palabras, dejar cosas en el tintero: no vaya siendo que, en esta ocasión, sea cierto.
Sí, algunos de los días el jefe tenía trabajo para dos o tres jornadas juntas, pero aquello no era siempre. La mayor parte del día nos reunía (y digo nos pues incluyo a todos en la oficina) a platicarnos de sus días de músico, pastor, lector infatigable. Y si entraba, entonces, una llamada contestaba diciendo "sí, pero no le hace". Sabíamos, pues, que no siempre era cierto.
Por eso, y desde entonces, cuando tengo la fortuna de que alguien considera la posibilidad de que estoy ocupado y me hace el honor de preguntarme si lo estoy en demasía contesto "Núnca para usted o nunca para tí", dependiendo de la confianza y jerarquía.
Supondrán, imagino, que lo dicho no es del todo cierto. Y mejor: que crean que estoy ocupado más siempre atento a lo que la otra persona deba decirme y no que pudiera estar en charla barroca y, por costumbre, contestar "sí, pero no le hace".