Me quedé con hambre de tu aroma a mujer y tabaco; rellenándome el corazón con jarras hartas de café amargo.
Me quedé, otra vez, con las ganas de ser uno; con la promesa eterna que se cumple en minutos.
Me quedé con lugares comunes para recorrer contigo y poemas de Acuña para susurrarte al oído.
Dibujar con las yemas las líneas de tu mentón. Acompañar tu respiro. Me quedé, pues, con la duda, la idea, en el intento
Y sólo quería decirte que me haces sentir. Bueno o malo: tú dime. Prohibido, ya lo sé.
Me quedé remojando los minutos en café. Ansiando tú aroma a tabaco y mujer.