¿En qué quedamos, entonces?
Los diputados federales aprobaron algunas reformas responsabilizando a las Secretarías de Educación (la federal y en los estados) del análisis calórico y nutricional de lo que niñas y niños se coman en el recreo. Ya en el Senado, la iniciativa parece cambiar rumbo: ahora sucede que lo hecho por los Diputados ni es oportuno, ni pertinente, ni real, ni garantiza.
Y los papás en casa, preguntan en el Senado. Y cómo pedirles a las escuelas hagan de sus alumnos unos deportistas cuando no se les pidió, desde el primer momento, tener un patio para correr, saltar y sudar la gota gorda. Un desmadre, total.
Para terminarla de fastidiar, me pregunto: ¿no estará el problema en el sedentarismo en ves de la comida? Todo junto, pues. Pero la cosa es que no puede, por decreto, cambiarse la calidad de vida al prohibir que en las escuelas vendan Gansitos, Coca-Cola y Cheetos.
Y mientras pienso eso, veo el programa de Chabelo. Ya sabes, uno de esos domingos en los que te despiertas antes de lo que quisieras. Su programa es de los más longevos en la tele mexicana. ¿Y qué pasará si se logra la censura de la comida-chatarra? Uta, pues que la catapixia será por tres kilos de rábanos y fruta.