En un encuentro académico desarrollado en la Ciudad de Medellín hace casi veinte años, el escritor colombiano Jorge Orlando Melo, se preguntaba ¿qué esperamos que el niño aprenda con la lectura?
La lectura no es la acumulación inútil del saber por el saber mismo. No es una carrera que gana quien termina primero. La lectura es un delicado viaje que, al emprenderse, sabemos dónde lo hemos iniciado pero no donde lo terminaremos.
Jorge Orlando Melo, al responderse, nos regala la siguiente descripción que, por su calidad, perdura: “La lectura exige procesos mentales complejos para su comprensión. El lector aprende a seguir un argumento, ayudado por la posibilidad de volver atrás, releer un trozo, analizar las intenciones del autor o su estrategia comunicativa. La lectura es un doble de una comunicación verbal oral, y por lo tanto mantiene las exigencias del uso del lenguaje. Para leer hay que saber escribir, y saber hablar: es un proceso en el cual no es posible adoptar la pasividad más profunda del espectador que no necesita entender lo que hay detrás de la pantalla ni está en condiciones de someter a crítica una información a la que hasta el mismo ritmo de su presentación depende de otros, es impuesto”.
Desde 1965 el IBBY (organización civil sin fines de lucro cuyas siglas en inglés significa Comité Internacional de Libros para Jóvenes, fundada en Suiza en 1953 y que agrupa a más de sesenta países de todo el mundo) promueve el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil en el marco del día del nacimiento de Hans Christian Andersen, el 2 de abril.
De acuerdo con una biografía que se encuentra por ahí en el internet, Hans Christian Andersen nace en Odense, en 1805, viviendo una infancia cruda y difícil. Fue criado en el taller del padre quien se ganaba la vida como zapatero.
A los 14 años se fugó a Copenhague. Trabajó para el director del Teatro Real, quien le pagó sus estudios. Su primer éxito fue la obra “Un paseo desde el canal de Holmen a la punta Este de la isla de Amager” publicada a sus 26 años. Su primera novela, El improvisador, o Vida en Italia, fue bien recibida por la crítica. Viajó por Europa, Asia y África y escribió muchas obras de teatro, novelas y libros de viaje.
Un día de 1844 escribió: “Hace veinticinco años llegué con mi atadito de ropa a Copenhague, un muchacho desconocido y pobre: y hoy tomé chocolate con la Reina.”
Entre sus más famosos cuentos se encuentran El patito feo, El traje nuevo del emperador, La reina de las nieves, Las zapatillas rojas, El soldadito de plomo, El ruiseñor, El sastrecillo valiente y La sirenita.
Hoy, en el día de su nacimiento y por la lectura desde temprana edad, salud.