tomando la desviación a Monclova, una vez que te enfilas a Nuevo Laredo desde Monterrey, te encontrarás el "Mol del Yonke", espacio único donde se compruba que la Ley del Mercado y la Ley de la Selva son la misma cosa.
Debe ser un espacio único, imagino. Solo en el norte del país podría imaginarse un "Mol" (Mall, dirían los gringos) del Yonke (deshuesadero de coches, señalarían los chilangos): una comunidad departamentalizada (si, según sea el modelo el lugar al que debes ir) donde lo que ya no puede andar por las calles cumple la función social de dárle vida a los carros de años no muy recientes y la oportunidad de ganarse algunos (bastantes) pesos más a los maistros-mecánicos que cambian piezas.
Ir al "Mol del Yonke" es como jugarse la vida.
Señalas una pieza para identificar tu necesidad; regateas hasta que el precio se acomoda a tu bolsillo. Al final, ya que el precio se ha pagado, puedes sonreir porque la negociación se acomodó a tu necesidad; ya si, después, resulta que lo que compraste nomás no le queda a tu unidad o, de plano, no sirve, no tendrás más que imaginarte sonreir al cabrón con el que hiciste negocio.
Así es la vida: convergen leyes diferentes como diferentes son las culturas y tienes la incertidumbre de si lo que traes entre manos servirá o solo será desperdicio de dinero.