El significado de las palabras o mas bien el significado que se asigna a las palabras es una cosa extraordinariamente maleable y flexible, hace que un mismo termino pueda tener significados diametralmente opuestos. En mi lejana infancia existían unas maravillosas esferas de cristal absolutamente transparente – cristalinos – o multicolores como de una pulgada de diámetro, tal vez un poco menos; además de sus colores y brillo los recuerdos se ven asaltados por el sonido que producían cuando chocaban entre si – traen al presente triunfo y regocijo -, a estos maravillosos artilugios – espacios de entretenimiento producidos en cualquier pueblo mexicano – los conocíamos como canicones.
Ahora resulta que agarraron al “canicón” – bienaventurado ejército – y este solo hecho desdibuja mis recuerdos y los mancha con imágenes – ciertas o no, pero ya embutidas por los medios de comunicación - de degollados, cuernos de chivo chapados en oro, bombas y de una nariz roja - supongo aplastada por el certero puño de un militar – cual si fueran dos enormes canicones rojos.
En corolario al apunte del lenguaje escucho una “reportera” que parece tener epilepsia verbal – inconexa y descontrolada – traduciendo lo que dice que dijo un “brillante” funcionario del aparato de seguridad coahuilense en patético intento de minimizar el hecho de que al Canción lo atraparon descansando placidamente en su casa: “que no se puede afirmar que el Canicón haya vivido o tuviera su casa en Saltillo”.