lunes, 23 de marzo de 2009

De cafeína y otros desengaños

Tengo muchas teorías. Y, debo decirlo, todas son audaces. Ja, bueno, eso es lo que me gustaría creer.

Desde hace una par de días, le he dado vueltas al asunto de la lealtad. Naaa, no me preguntes por qué; mejor imagínalo. Pero -salvo tu opinión que siempre será mejor- he llegado a la conclusión que la lealtad es la más falsa de las actitudes, el más vacío de los valores. Y me explico:

Salvo la lealtad a Dios -y mírese que soy espiritual, no religioso-, no es posible profesarla por alguien. ¿O por quién? Me parece que decir "lealtad" es querer decir "me callo lo que pienso que sea diferente a ese al que le debo lealtad". Y ese "me callo", que se expresa en la omisión de un hacer un decir no hace sino disfrazar la más natural de las posturas del humano: discentir.

Al ser leal a una proyecto, a una persona, se renuncia al haer o decir algo en contra. Y, si así es como se asume, la única explicación que le encuentro es que ese que hoy se calla cree que mañana o pasado mañana tendrá más beneficios que los que conseguirá hoy rompiendo la cadena de lealtad.

Pero, entonces, la lealtad es momentanea, finita en tiempo aunque se le quiera expresar como infinita y atemporal.

Mmmmm. En fin. Otra teoría es que mientras más café tomo, mas cafeína necesito más cansado me siento y menos espacio tengo en la panza para tomar más café.