Pensé que se abalanzaría sobre mí una cantidad interminable de comentarios tanto a favor como en contra de la posición que había tomado, me imaginaba las acaloradas discusiones, mi defensa inamovible de mi derecho de hacer con mi voto lo que yo quisiera.
Estuve esperando. Actualicé en varias ocasiones durante el día la fotografía para ver si por error es que no llegaban los comentarios.
La verdad es que a todos les valía madre cómo había votado. Fue triste luego corroborarlo contra el escaso 4-5% que votó así. Se acabó la fiesta y ni siquiera hubo quien me explicara qué pasó. Unas horas después salió don Rodrigo a celebrarse en la Macroplaza. La foto sigue vacía. A nadie le importó siquiera para preguntarme qué había sentido al votar en blanco.