Eulalio “el breve” y más que breve inútil, esa era la concepción que tenía del Presidente Provisional surgido de la Convención de Aguascalientes en 1914 y que ejerció apenas dos meses y medio. Esa concepción ha empezado a cambiar o al menos, si me atengo al entramado que describe Vasconcelos en la segunda parte del Ulises Criollo, apunta en una dirección diferente: de esa lectura se infiere un hombre idealista, con mucho valor y sobre todo con capacidad para ver por encima del caos y orientar sus acciones más allá de lo inmediato. Dos sucesos históricos respaldan esta interpretación: aceptar la Presidencia Provisional por encargo de la Convención y el bando para destituir a Villa, Carranza y Zapata como jefes militares. El primer suceso está precedido por el caos imperante en la Convención que buscaba dar legitimidad al movimiento armado y la vuelta a la institucionalidad, múltiples facciones, entre las que destacaba la del poderoso Villa y la del Atíla del Sur, jugaban pistas paralelas y contradictorias al mismo tiempo: legitimidad e institucionalidad abierta si los resultados coincidían con sus intereses y traición y sangre soterrada si estos no les favorecían. En ese contexto aceptó el encargo de Presidente Provisional y de ese contexto deriva el fin del mismo, precipitado por la publicación del manifiesto mediante el cual pretendía quitar el mando a los tres facciosos más poderosos del momento: Carranza, Villa y Zapata.
Más allá del apunte histórico me interesa resaltar el “estado de cosas” de esa época: poderes fácticos –abiertos, tangibles, plenamente identificados- surgidos o al menos enarbolando necesidades reales (Villa, Zapata y otros), algunos igual de poderosos pero con menos legitimidad (Carranza, Huerta, Obregón, Calles); poderes fácticos con mucho más poder que las Instituciones. En ese contexto brilla el texto que Vasconcelos, a instancia de Villarreal, preparó y circulo durante la Convención para “apuntalar” la legitimidad de la misma y de sus decisiones. Brillan los pocos que buscaban ir más allá del momento, que querían orientar los recursos y capacidades de los poderosos generales e incipientes caudillos regionales para construir el nuevo Estado. Brilla la claridad de principios y la persistencia en los objetivos centrales aún a sabiendas de que todo estaba en su contra; brilla la capacidad de orientar las pocas fuerzas, dejando pasar arbitrariedades y desmanes por demás inadmisibles, al objetivo central: fortalecer el Estado por encima de los intereses individuales.