Hace unos días tuve una extraña visión, victima de la influenza AH1N1 y de un banco previsor me ví forzado a hacer fila en las afueras de una sucursal mientras esperaba para hacer un depósito. Un “ejecutivo” se encargaba del tráfico y cual macollas nos pasaba de cuatro en cuatro, poco antes de entrar los vi.
Eran dos y peleaban con cierta parsimonia, un poco como en cámara lente, como haciendo sombra. El uno frente al otro, Cena peleando con Cena ¿Imposible? Yo los ví, incluso puedo decir que los dos llevaban una playera con su efigie al frente, la clásica de los luchadores fortachones con los brazos cruzados de tal forma que parece que los conejos tienen 45 libras de presión y que en cualquier momento van a explotar, incluso los tenis tenían su logo y lucecitas como de vodebil mexicano.
El punto es que amagaban candados, tiraban una que otra llave voladora e incluso algún golpe con el puño cerrado, curiosa y extraordinariamente lograban evadir todos los golpes pero eso no impedía que cada vez se vieran más cansados.
La única pelea de lucha libre de la cual he sido testigo presencial, frente a un banco y haciendo fila para entrar, terminó poco antes de que yo entrara al banco. Terminó como había empezado cuando uno de los Cena estornudó, con el estornudo volaron babas y mocos que fueron y se impactaron en la cara del Cena que se movía como si estuviera dentro del banco y sopas, el virus de la influenza del marrano se le metió directo por la boca, la nariz, los ojos y creo que hasta por las orejas.
El Cena ganador se tomó de la mano de su papá y entró al banco.