Hace cosa de noventa años, una decisión debió tomarse por los Legisladores Coahuilenses: ayudar al joven talento, Rubén Herrera.
Imagínese si los congresistas se hubiesen visto constreñidos por reglas y controles férreos del gasto en aquel entonces. Nótese cuáles fueron los razonamientos y el sustento del decreto acordado.
Entre los folios del archivo histórico del Congreso del Estado, se encuentra el siguiente que se comparte:
“Señor:
“Diversa información de carácter extraoficial, pero que han merecido plena confianza, nos dan a conocer la situación dificilísima por que atraviesa en Roma el Joven Rubén Herrera, desprovisto de toda clase de recurso para las necesidades más imperiosas de la vida.- Sabemos también que el aludido joven fue a Europa, pensionado por nuestro Gobierno, a perfeccionarse en el arte de la pintura, para el que reveló sobresalientes aptitudes y en el que hoy es legítima gloria Nacional.
“La inmensa conmoción que causó en el mundo entero la guerra Europea, vino a unirse a la situación que en nuestro país han determinado las luchas intestinas, para que la permanencia de Rubén Herrera en Europa se hiciera cada vez más precaria y más angustiosa; pero no obstante el gran cúmulo de vicisitudes con que ha tenido que luchar, el artista ha llegado a la altura que es un timbre de honor para Coahuila y acaso para la Nación.
“Fundados en estas consideraciones y en el deber imprescindible que tiene el Estado de auxiliar al joven de quien se hace mención, cuando menos para que regrese a la patria, ya que las circunstancias actuales no permiten mayores esfuerzos para que recorra algunas capitales europeas, en gira de nuevas inspiraciones y enseñanzas, sometemos a la recta aprobación de la H. Cámara con dispensa de los trámites reglamentarios, el siguiente proyecto de decreto:
“Único: Se autoriza la cantidad de $1 000 oro nacional con cargo a la partida de “Gastos Extraordinarios”, y que por medio del señor Francisco Sánchez Uresti, le sea entregada en Roma al joven Rubén Herrera, a fin de que tenga los recursos necesarios para regresar al país.
Este decreto se firmó el 24 de diciembre de 1919. Sin formatos engorrosos, duplicados o triplicados que terminan en alguna caja del mal-llamado archivo muerto.
Y qué bueno fue, al parecer, poder tomar decisiones así de rápido.