Después de un tiempo, coincidimos. El manco que presume sus guantes de box me invitó a platicar. Las bebidas fueron las de costumbre: el pidió una cerveza, yo una Joya de Manzana.
Su ausencia en pasadas citas que habíamos pactado tenían un motivo: “Mi Víctor –me dijo-,tengo la fortuna de que he podido volver a amar”.
Le di un trago a mi Joya de Manzana y le dije “Neeeel. Eso no existe: sólo se ama una vez”.
El manco se rascó un muñón, aclaró la garganta y me dijo. “Te equivocas. A tus treinta puede que sean aún demasiado joven para entender. Ya verás que, con suerte, volverás a amar a otra como si fuera la primera vez; volverás a vivir”.
-¿Con suerte? –le dije. Que no nos oigan en casa mi amigo, porque me mandan a dormir con el perro.
Dio un trago a su cerveza, se rascó otra vez el muñón. Enfático, agregó: “A muchos hombres y muchas mujeres he conocido en mi vida; muchos de ellos y ellas han tenido amantes… todas y todos han amado intensamente más de una vez, solo que no todos se atreven. Por amar, que es de lo más natural, uno jamás se arrepiente al final de la vida; de lo que seguramente uno se arrepentirá es haber dejado a sus hijos por un nuevo amor”.
Calló. Yo también. Sabía, por otras pláticas, que hace años el manco no ve a su hija, la del primer matrimonio.
Suspiró y dijo: “Tengo la fortuna de volver a amar intensamente”.
Le dio un trago a su cerveza y yo, como siempre, a la Joya de Manzana.