martes, 8 de septiembre de 2009

Espejito, espejito…

Qué le hubiera costado al Espejo Mágico contestar lo de siempre: “eres tú, Reina, la más hermosa de todas”. Y punto final, a otra cosa mariposa. 

Tal vez Blancanieves no se hubiera encontrado con el Príncipe (azul o de cualquier color) pero, bonita y de buen carácter como se sabe era, hubiese encontrado un buen hombre; los siete enanos, por su parte, no hubieran tenido una sirvienta gratuita.

Pero ya. Todos seguirían con su vida.

La Reina malvada no se hubiera tenido que convertir en viejita-vende-manzanas (y mira que quedó bastante fea considerando que su primer interés era la belleza); el cazador no hubiese tenido que matar a un cochino (y qué culpa tuvo el chanco) para sacarle el corazón. Y, lo más importante, el Espejo Mágico hubiera podido compartir más tiempo con la Reina que, malvada o no, era su única compañía.

La cosa que me trae sin dormir (una de muchas, pues) es qué pasó con ese Espejo.

Después del beso de amor, la Blancanieves brincó de gusto; el Príncipe ha de estar que no se la acaba; los enanos se divierten (precisamente) como enanos.

¿Y el espejo? Se quedó solo; ya nadie habló nunca más de él.

Imagino que se la pasó lamentándose: “por qué fui sincero, me hubiera callado, hubiera dicho que la Reina seguía siendo la más hermosa”.

En algún momento vaciarán el castillo. El espejo terminará arrumbado o se quebrará  vengando su amargura con siete años de mala suerte.  

---en twitter: victorspena