viernes, 25 de septiembre de 2009

Arrimón de peluquero

Caí redondito. Me río solo: un poco de vergüenza, un poquillo de coraje –tal vez-, bastante de risa franca.

El gremio, me parece, tiene su fama. Recuérdese, si no, la expresión “arrimón de pulquero”.

Para aquellos a quienes no les es familiar la expresión, explico. Apelo, por cierto, a la memoria: cuando niños, quienes fuimos al peluquero fuimos sentados en esos enormes sillones que, por la palanca de un lado, lo mismo suben que bajan. Los brazos del sillón, como es de suponerse, se extienden hacia adelante y, sobre ellos, se extendían los nuestros. Las manos por supuesto cuelgan al extremo, donde el brazo del sillón termina.

“Arrimón de peluquero”, pues,  es ese breve instante donde, so pretexto de recortarte un poco más el copete, el peluquero te repasa los genitales por tus manos colgadas sobre los brazos del sillón (nótese la elegancia para no perder lo científico del comentario).

No es que me la quiera sacudir, pero nunca fui víctima de un arrimón de peluquero. Y si digo que le pasó al primo de un amigo (el de las hemorroides, pues), es puritita verdad. Insisto:  la expresión la aprendí de ese primo del amigo y no por experiencia propia.

Pero tenía que pasarme alguna vez, o algo similar. Y fue hoy, a los treinta.

Con esto de los frentes fríos en otoño, resulta que a mi peluquero (corrijo: el peluquero con el que voy) se le enfrían las manos. O eso me dijo como para explicarme la puerta cerrada. “Es en serio”, me dijo, “mira, sin maldad”… y que me frota las manos con las suyas.

“Iiiiiiinche viejo cochino!!”, pensé pero, la verdad, no retiré las manos: a los treinta me hizo el equivalente del arrimón. 

Tengo algunos meses siendo su cliente, nada que justifique una agarrada de manos de tipo torta-compuesta.

Me agarró descuidado, caí redondito. Me río solo: un poco de vergüenza, un poquillo de coraje –tal vez-, bastante de risa franca.

Y para aquellos que quieran saberlo: sí, traía las manos frías.

 

--- en twitter: victorspena