Mi primera reacción fue “si es para volverme esclavo, paso: ya estoy casado”.
Ignoro si hay algún estudio (serio o no tanto) que relate una fiebre mas o menos reciente: FarmVille. Es una locura: quienes más, quienes menos, pero parece que todos andan jugando lo mismo. Por el facebook (el medio más intenso para relacionarse, sin relacionarse) te llega una invitación, o un puerco, una vaca o semillas de regalo. Compras, vendes, siembras, cosechas. Subes de nivel. Parece simple; a mi no me ha parecido tanto.
¿Para qué todo esto? Pues solo por diversión, según entiendo. Subir el nivel y contar la historia a tus contactos: “ya tengo otro listón por ser buen vecino”, “ya me compré una cerca azul, ahora una amarilla”. O algo así.
Tengo ya mi granja. La tengo desde hace un par de semanas. Planté una vez pero, ignorante de las reglas, se me olvidó cosechar. Quien me invitó al FarmVille me regañó y me dedico algunas horas para explicarme a detalle el arte de la granja virtual. El compromiso está hecho: me esforzaré. Tengo una meta en la vida: subir de nivel y contar la historia. Ja.
En tiempos apocalípticos donde todos tendremos que vivir a piedra y lodo para no contraer una gripa-plus, el facebook (y sus juegos) comienzan a perfilarse como el último reducto de convivencia (sin convivencia).