Van tres noches que no sueño: me acuesto construyendo párrafos de un proyecto que se antoja largo, en el que soy nuevo, en el que soy el dueño y el súbdito.
Anoche me acosté con una imagen en la mente: la de un tren que no duerme. ¿Qué es esto?
¿Será que en esa condición se avanza indefinidamente? ¿Será que una vez que se ha comenzado su trayecto no hay cómo se detenga? ¿Será que un tren no duerme pues no está hecho para eso? ¿Será una frase que se oye bien?
Todo tren, pienso, debe tener maquinista. ¿O será demasiada la influencia que Descartes ha ejercido en mi? O, si no maquinista, alguien debe colocar carbon a la máquina, dar mantenimiento, jalar el cordón del silbato. ¿O no? Tal vez son estos lentes que no me dejan ver, entender.
La duda hiperbólica a escena: puedo dudar del cuerpo, pero no de la mente pues dudar implica ya su existencia.
Por la noche no sueño, pero no es tan malo. Esos mismos tres días he soñado intensamente despierto: tal vez lo que me sucede es que por las noches descanso de tanto soñar.
Me he dado el plazo de cinco años para que el proyecto vea la luz. ¿Dormirá el tren?